Antes de que los jesuitas llegaran a Loreto y Archidona, un puñado de quichuas vivían ya a las faldas del cerro Pungaurco, hoy comunidad de San Pedro al oriente del actual centro poblado de Muyuna.
Un día cuatro niños desaparecieron en el rio. No dejaron huellas. Pasaron varios meses. Dos mujeres que salieron en busca de agua no retornaron jamás.
Muy preocupados por estas desapariciones se reunieron los moradores del lugar para consultar a sus guías espirituales, los brujos. El más famoso de ellos vivía en las faldas del Chiuta.
Con él hicieron los ayunos rituales tres brujos más, durante cuatro días. Bebieron ayahuasca y esencia de tabaco. Al final concordaron en sostener que aquel lugar estaba asentado sobre un antiguo cementerio y que los supayes (cuna huashi) eran dueños de la zona porque algunas almas les pertenecían.
Para alejar a los espíritus sería necesario emplear algunas hierbas, mucho ayuno y pagar el precio estipulado en cuatro guanganas y cuatro canoas de pescado ahumado.
Los brujos se dedicaron a su tarea. Por las tardes uno de ellos, el que estaba de turno, acompañaba a las mujeres y a los niños hasta el rio y les mostraba las piedras negras donde vivían los diablos.
Una noche muy oscura los cuatro brujos se dirigieron a la playa; llevaban ollas, hierbas y otros maitos que ellos nunca dejaron ver su contenido.
Nadie pudo asistir a la ceremonia de exorcismo. Apenas se escucharon insultos, gritos, silbidos… Luego llegó la lluvia, fuerte… copiosa… persistente. Se hinchó el rio y los sapos enmudecieron…
Al día siguiente los brujos agotados pero satisfechos informaren que hablan expulsado a los diablos y que éstos se habían refugiado en Punga urco. Recomendaron no bañarse en el rio cuando sus aguas crecieran, no pescar carachamas durante la noche. Dicho esto cobraron lo pactado y cada quien se fue a su comunidad. Pasó el tiempo y la normalidad se puso de uniforme de trabajo.
Una tarde una hermosa guatusa llegó a una chacra. Un joven cazador la siguió sigilosamente hasta el cerro y no volvió más….
Sus amigos y familiares lo fueron a buscar. Encontraron varios senderos. Silbos en varias tonalidades invitaban a perderse en la selva. Del cazador no se supo nada
En las noches de luna llena, cuando se acerca la media noche, quienes por desgracia pasan cerca de Punga urco o se atreven a caminar a través de él, escuchan gritos desgarradores, seguidos de una risa diabólica que se alarga insistentemente corno un eco…
A veces por los potreros o chacras de la comunidad de San Pedro asoman venados, guatusas o paujiles… Ya nadie los persigue. Son los diablos que buscan tentar a los hombres para atraerlos al fondo del Punga urce.